jueves, 29 de mayo de 2014

Cookin' with Miles.

It is said that all good things come to an end. One did in the spring of 1957 when the Miles Davis Quintet was dissolved. I say the Miles Davis Quintet because in their nearly two years together, Miles, John Coltrane, Red Garland, Paul Chambers and Philly Joe Jones achieved a particular kind of unity. They were not just the Miles Davis Quintet; to me, and many others, they were the group - the best small combo active in modern jazz.
Not only did they improve as a unit while they were together but each member benefitted individually from the association. Miles found an incentive to play again and reached new heights because of the musical environment he had created in choosing his sidemen. The sidemen, in turn, flowered in the climate of the Davis latitude. By the beginning of 1957, Coltrane had broken the shackles of self-doubt and breathed freely into his singing horn, Garland had recorded successfully as a trio pianist (A Garland of Red, Prestige LP 7064) and the Chambers-Jones duo was fused into the most powerful of pulses.
The group attained a wonderful mood whether they were playing My Funny Valentine or a strenuous swinger like Airegin.
For sheer excitement on the up tempos, due more to a tensile undercurrent feeling rather than the mere speed, the Davis five was unsurpassed. I remember one night in the summer of 1956 at the Cafe Bohemia. I was in the throes of the hay fever miseries and nothing was helping very much. My nasal passages were completely sealed and I was gasping for breath. Along came Miles + Co. You may not know it but when you become stimulated and your adrenal glands go to work, it acts as a wonderful nasal decongestant. Well, after one set I was breathing freely. After two, I had forgotten that I ever had hay fever. That is the kind of excitement this group generated.
In mentioning the Bohemia, I am reminded that it was during one of his stays at that Greenwich Village jazz center that these recordings were taped. In the two studio sessions that were made in that period, Miles called tunes just as he would for any number of typical sets at a club

like the Bohemia. There were no second takes. All in all, 24 extended performances were recorded. The rest will be heard in subsequent albums.
In essence, what you are hearing is a portion of the group's repetoire. Some have been recorded before by Miles but with different personnel. (The only one duplicated from a previous quintet recording is Just Squeeze Me, first heard in The New Miles Davis Quintet, Prestige LP 7014). This is similar to the way bands used to record. I do not refer to the calling of tunes as in a set but the idea of recording numbers that have been in the book for awhile, ones with which the musicians are completely at home. I'm sure this had a lot to do with the great string of records that Count Basie made for Decca in the Thirties and although a small group has less difficulty in "shedding" an arrangement, the benefits they reap from experience of playing a piece on the job for several months prior to recording it, are unmistakable.
Besides Just Squeeze Me, there are two other numbers which Miles has recorded before. Tune Up can be heard in Blue Haze (Prestige LP 7054) in the company of John Lewis, Percy Heath and Max Roach; Airegin in 10 inch LP 187 (soon to be re-issued on 12 inch) with Sonny Rollins (its composer), Horace Silver, Percy Heath and Kenny Clarke.
My Funny Valentine is a premiere recorded performance for Miles and his original Blues By Five is also new to discs.
This album is called Cookin' at Miles' request. He said, "After all, that's what we did - came in and cooked."
A good thing may have come to an end but we have the recorded proof that it was really that good.

sábado, 29 de marzo de 2014

Epílogo.

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La proletarización creciente del hombre actual y el alineamiento también creciente de las masas son dos caras de uno y el mismo suceso. El fascismo intenta organizar las masas recientemente proletarizadas sin tocar las condiciones de la propiedad que dichas masas urgen por suprimir. El fascismo ve su salvación en que las masas lleguen a expresarse (pero que ni por asomo hagan valer sus derechos). Las masas tienen derecho a exigir que se modifiquen las condiciones de la propiedad; el fascismo procura que se expresen precisamente en la conservación de dichas condiciones. En consecuencia, desemboca en un esteticismo de la vida política. A la violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de la fabricación de valores culturales.

Todos los esfuerzos por un esteticismo político culminan en un solo punto. Dicho punto es la guerra. La guerra, y sólo ella, hace posible dar una meta a movimientos de masas de gran escala, conservando a la vez las condiciones heredadas de la propiedad. Así es como se formula el estado de la cuestión desde la política. Desde la técnica se formula del modo siguiente: sólo la guerra hace posible movilizar todos los medios técnicos del tiempo presente, conservando a la vez las condiciones de la propiedad. Claro que la apoteosis de la guerra en el fascismo no se sirve de estos argumentos. A pesar de lo cual es instructivo echarles una ojeada. En el manifiesto de Marinetti sobre la guerra colonial de Etiopía se llega a decir: «Desde hace veintisiete años nos estamos alzando los futuristas en contra de que se considere a la guerra antiestética... Por ello mismo afirmamos: la guerra es bella, porque, gracias a las máscaras de gas, al terrorífico megáfono, a los lanzallamas y a las tanquetas, funda la soberanía del hombre sobre la máquina subyugada. La guerra es bella, porque inaugura el sueño de la metalización del cuerpo humano. La guerra es bella, ya que enriquece las praderas florecidas con las orquídeas de fuego de las ametralladoras. La guerra es bella, ya que reúne en una sinfonía los tiroteos, los cañonazos, los altos el fuego, los perfumes y olores de la descomposición. La guerra es bella, ya que crea arquitecturas nuevas como la de los tanques, la de las escuadrillas formadas geométricamente, la de las espirales de humo en las aldeas incendiadas y muchas otras... ¡Poetas y artistas futuristas... acordaos de estos principios fundamentales de una estética de la guerra para que iluminen vuestro combate por una nueva poesía,, por unas artes plásticas nuevas!».

Este manifiesto tiene la ventaja de ser claro. Merece que el dialéctico adopte su planteamiento de la cuestión. La estética de la guerra actual se le presenta de la manera siguiente: mientras que el orden de la propiedad impide el aprovechamiento natural de las fuerzas productivas, el crecimiento de los medios técnicos, de los ritmos, de la fuentes de energía, urge un aprovechamiento antinatural. Y lo encuentra en la guerra que, con sus destrucciones, proporciona la prueba de que la sociedad no estaba todavía lo bastante madura para hacer de la técnica su órgano, y de que la técnica tampoco estaba suficientemente elaborada para dominar las fuerzas elementales de la sociedad. La guerra imperialista está determinada en sus rasgos atroces por la discrepancia entre los poderosos medios de producción y su aprovechamiento insuficiente en el proceso productivo (con otras palabras: por el paro laboral y la falta de mercados de consumo). La guerra imperialista es un levantamiento de la técnica, que se cobra en el material humano las exigencias a las que la sociedad ha sustraído su material natural. En lugar de canalizar ríos, dirige la corriente humana al lecho de sus trincheras; en lugar de esparcir grano desde sus aeroplanos, esparce bombas incendiarias sobre las ciudades; y la guerra de gases ha encontrado un medio nuevo para acabar con el aura.

«Fíat ars, pereat mundus», dice el fascismo, y espera de la guerra, tal y como lo confiesa Marinetti, la satisfacción artística de la percepción sensorial modificada por la técnica. Resulta patente que esto es la realización acabada del «art pour l’art». La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte.





W.Benjamin
1935



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domingo, 23 de febrero de 2014

La institución, con A.O.


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La institución. La institución está gestionada por profesionales. Profesionales que han sido contratados por cargos de confianza. Cargos de confianza que han sido señalados por cargos políticos. Cargos políticos que han desarrollado su carrera en un partido. De modo que, en última instancia, es el partido quien define a la institución. El partido que, en unas elecciones democráticas, ha conseguido hacerse con la representación de la mayoría. Por lo que parece un mal panorama el hecho de que los representantes de la mayoría decidan el perfil de los gestores de la institución.




Propaganda y demagogia en el arte según Antonio Ortega.











domingo, 26 de enero de 2014

Carta al conde René de Maricourt, agosto-septiembre 1865

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'' El arte no ha de ser un juguetito, pese a que soy partidario también acérrimo de la doctrina del arte por el arte, entendida a mi manera (por supuesto) .''







Gustave Flaubert 

domingo, 12 de enero de 2014

¿Hay una alternativa a la catástrofe ?

¿HAY UNA ALTERNATIVA PARA EVITAR LA CATÁSTROFE?



Todos los datos mencionados aquí han sido publicados y son bien conocidos. Lo casi increíble es que no se haya hecho un verdadero esfuerzo por evitar lo que parece un decreto final del destino. Aunque en la vida privada nadie, excepto un loco, permanecería pasivo ante una amenaza a su existencia, los encargados de los asuntos públicos prácticamente no hacen nada, y los que les han confiado su destino
les permiten continuar inactivos.

¿Es posible que hayamos perdido el más fuerte de todos los instintos, el de conservación?
Una de las explicaciones más obvias es que los gobernantes hacen muchas cosas que les permiten fingir que están actuando eficazmente para evitar una catástrofe: sus interminables conferencias, sus resoluciones y conversaciones sobre desarme causan la impresión de que los problemas se han identificado y que están haciendo algo para resolverlos. Sin embargo, no hacen nada realmente importante; pero gobernantes y Gobernados anestesian sus conciencias y su voluntad de sobrevivir, aparentando que conocen el camino y que avanzan en la dirección correcta.

Otra explicación es que el egoísmo que genera el sistema hace que los gobernantes antepongan su éxito personal a su responsabilidad social. Ya no nos sorprende cuando los dirigentes políticos y los "ejecutivos" de los negocios toman decisiones que parecen beneficiarlos, y que al mismo tiempo son nocivas y peligrosas para la comunidad. Desde luego, si el egoísmo es un pilar de la ética práctica contemporánea, ¿por qué habrían de actuar de otra manera? No parecen saber que la avaricia (como la sumisión) vuelve a la gente estúpida aun en lo que atañe a su verdadero interés, al interés de sus propias vidas y de las vidas de sus esposas y sus hijos (cf. J. Piaget, El juicio moral del niño).

Al mismo tiempo, el público en general está tan egoístamente preocupado por sus asuntos particulares que presta muy poca atención a los problemas que trascienden el terreno personal. Sin embargo, hay otra explicación más del debilitamiento de nuestro instinto de conservación: en la vida se requerirían cambios tan enormes que la gente prefiere una catástrofe futura al sacrificio que tendría que hacer hoy día.

La descripción que hace Arthur Koestler de algo que le ocurrió durante la Guerra Civil Española es un ejemplo notable de esta actitud común: Koestler se encontraba en una cómoda quinta de un amigo cuando le informaron que avanzaban las tropas de Franco; sin su vida huyendo, pero la noche era fría y lluviosa, y la casa tibia y cómoda. Se quedó, fue hecho prisionero, y casi milagrosamente salvó su vida muchas semanas después gracias a los esfuerzos de algunos amigos periodistas. Así también se comportan los que prefieren arriesgarse a morir a soportar un examen que podría revelar una enfermedad grave, la cual requeriría una gran operación quirúrgica.

Además de esta explicación de la fatal pasividad humana en cuestiones de vida o muerte, hay otra, que es una de mis razones para escribir este libro. Me. refiero al concepto de que no tenemos otras alternativas que los modelos del capitalismo cooperativista, el socialismo socialdemócrata o soviético, o un fascismo (tecnocrático) con una cara sonriente". La difusión de este concepto se debe a que hemos hecho muy pocos esfuerzos por estudiar la posibilidad de crear modelos sociales enteramente nuevos y de experimentar con éstos. Desde luego, mientras los problemas de la reconstrucción social, aunque sólo sea parcialmente, no preocupen a nuestros mejores científicos y técnicos, nos faltará imaginación para crear alternativas nuevas y realistas.




Ser y tener, E.Fromm